“Varios hombres habían quedado encerrados, por error, en una oscura caverna, donde no podían ver casi nada.
Pasó algún tiempo… y uno de ellos logró encender una pequeña tea.
Pero la luz que daba era tan escasa que aun así no se podía ver nada.
Al hombre, sin embargo, se le ocurrió que con su luz podía ayudar a que cada uno de los demás prendieran su propia tea, y así, compartiendo la llama con todos, la caverna se iluminó…”
Uno de los discípulos preguntó al maestro:
“¿Qué nos enseña, maestro, este relato?”. Y éste contestó:
“Nos enseña que nuestra luz sigue siendo oscuridad si no la compartimos con el prójimo.
Y también nos dice que el compartir nuestra luz no la desvanece, sino que, por el contrario, la hace crecer.
El compartir nos enriquece, en lugar de hacernos más pobres.
Los momentos más felices son aquellos que hemos podido compartir.
Que Dios nos dé siempre la luz para iluminar a todos los que pasen por nuestro lado.”
Fuente:unmensajeparati.com.ar
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martes, 17 de marzo de 2009
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