Por Luis Lopez Mesa
Hay amores que impactan nuestros
deseos, obviando la timidez intrínseca de nuestra formación, despertando desde
lo mas profundo de nuestros sentimientos algo incontenible para mantener estática
la figura de aquella que despierta nuestros deseos, mientras hay otros amores
que vienen y van, se esfuman o simplemente se desvanecen en el transcurrir de
la vida.
Era una mujer hermosa, aquella
que a pesar de sus años el tiempo no pudo marchitar, las líneas de su cuerpo
revelaban la joven deslumbrante que logro frisar los pensamientos morbosos de
aquellos muchachos en sus años mozos; sin importar de haber parido tres hijos, las
jóvenes envidiaban su figura, preguntándose de cómo lograba mantener su vientre
plano.
Su belleza jamás logro doblegar
lo explosivo de su carácter, era una mujer alta y elegante quien después de sus
tres vástagos no despertó interés por hombre alguno; se resigno a vivir para
sus hijos, por eso no permitía cortejo.
El, fue un muchacho que se dedico
a trabajar, las muchachas del pueblo no despertaban su interés para sostener
una relación, muy formal y respetuoso, esa fue su característica. Fue aquel
muchacho que su juventud transito por una generación sin dejar huellas ni
llamar la atención.
Los años habían avanzado, los
cabellos que cubrían el centro de su cabeza habían cedido al peso del tiempo,
para dejar ver un cuero cabelludo brilloso, no así en la base de su cabeza que
aun conservaba un fino cabello que prendían con escasa textura.
Alguien de una iglesia logro
conquistarlo, ingresando de forma entregada en busca del camino que aseguraba
la salvación de su alma, asistiendo cada tarde camino a la iglesia.
Su corazón había sellado la magia
del amor sentimental, fue aquel a quien cupido nunca pudo acertar con una de
sus flechas, la energía de su corazón cerrado era más fuerte. Pero una tarde,
por cosa del destino cambio la dirección para asistir al acostumbrado culto de
su iglesia, vio a esa señora, de quien se sintió hinoptizado, quien rompió la
promesa de su corazón, de no permitirse abrirse a los sentimientos.
A partir de ese momento se le
pudo ver cada tarde con una sonrisa en su rostro, sus rizos bien peinados,
camisa blanca manga larga por dentro de sus pantalones, una biblia debajo del
brazo y la cabeza en alto dirigiéndose a la casa de esa señora, a quien logro
conquistar para que aceptara pertenecer a su iglesia.
Lo que el sentía por esa hermosa
dama no lograba explicarse, cada tarde delicadamente vestido le visitaba, no
había sentido eso nunca, con tan solo mirarla y compartir cada tarde era como
estar disfrutando del paraíso, estar en los brazos del creador; verla, sentir
su voz y compartir aquellos momentos no tenia precio.
Los días, la semana, los meses y
los años fueron pasando, el cada tarde sin importar que llueva, se votara el río
o se anunciara un ciclón, estaba ahí, viéndola, compartiendo y escuchando su
voz, llegaba con esa sonrisa y salía de la misma forma; pareciera que un ángel
había tocado su alma, asegurando su entrada al anhelado paraíso.
Fue un amor no corrompido por los
deseos carnales, era un sentimiento de lo mas profundo del alma, la lujuria no
tenia cabida, el brillo de sus ojos detrás de sus espejuelos hacían juego con
esa sonrisa que salía desde dentro de alma, no tenia que tocarla para sentir su
amor incondicional, un amor proyectado mas allá de la propia existencia.
Lo que nunca había sentido a lo
largo de si mismo, lo estaba viviendo a partir de ese momento, ella despertó un
deseo puro, limpio y trascendental, nunca se detuvo en saber si ella sentía lo
mismo; tan solo con oír su voz, verla y sentarse frente a ella era suficiente,
ese tiempo para el eran siglos de gloria.
Esas tardes después del culto
eran para ella, nada ni nadie podía cambiar eso, eran el complemento de su
vida, de su propia existencia; esa sonrisa jamás lo abandonaba de regreso a su
casa, parecía ensimismado en su gloria, saludaba con mucha cortesía a su paso,
sedado de una pasión fuera de lo terrenal.
Una mañana no despertó a la hora
acostumbrada, era un hombre que tradicionalmente estaba en pie a una hora fija,
algo extraño, cuando se acercaron a su cama lo encontraron con esa sonrisa que
le acompañaba al compartir con ella, parecía que dormía; en el ultimo aliento
de vida su imagen le acompaño para irse con ella para siempre.
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