Por Luis López
Había nacido en un pueblo del sur, donde sus habitantes, con valentía tenían el deber de defender lo que eran, era una parte de la región del sur profundo donde las lluvias se cansan en el trayecto y pasan indiferente sobre las cabezas candentes de sus habitantes.
Fue en uno de esos viajes donde comparadores y vendedores se juntaban, personas de distintas partes de la región quienes hacían intercambios de los productos producidos en sus medios y predios. Uno de esos hombres había conocido a su madre de la que se enamoro, logro conquistar y convencer para que fuera a vivir en otro pueblo, más productivo y menos castigado por la inclemencia del ardiente sol sureño.
Fue creciendo entre medios hermanos y gente del pueblo, al que su carácter no pudieron doblegar ni lograr cambiar; de pequeña estatura, pelo crespo y regio carácter, pero noble y respetuoso de sus compromisos.
Conoció a una muchacha en un pueblo vecino, de la que llego a enamorarse, idilio que por circunstancia de la vida y su posición firme en lo que creía pudo haber terminado; una diferencia con el padre de ella termino en forma violenta, muriendo de sus manos.
Aunque fue en defensa propia y por situación provocada era necesario tomar medidas de seguridad por un tiempo, gracias a la intervención de un primo de su padre quien lo llevo a un pueblo vecino y distante hasta que los ánimos volvieran a su nivel. Allí se mantuvo por un buen tiempo para luego regresar.
A su regreso, ya con los ánimos calmados se dedico al trabajo bajo sus propios esquemas, logrando conquistar a la que fue su novia, casándose y procreando varios hijos, sin contar su primer hijo que tuvo en una relación circunstancial anterior.
Era un regio defensor de sus principios y creencias, no permitía que nadie violentara sus espacios, sin su permiso, aquel que osara penetrarlo era porque el lo permitía, de lo contrario se encontraría de frente, sin importar su condición de amistad o familiar, ese era el y solo el.
Un hermano penetraba a su propiedad sin su permiso, ya en varias ocasiones le había llamado la atención para que desistiera esa práctica, ya que tomaba varios productos irrespetando su autoridad y derecho de propiedad. En una ocasión lo sorprendió sacando unas yucas, amarrándolo de una mata le dio una pela con una media llena de arena, de la que murió por los golpes recibido.
Fue tan severa la golpiza que resultaba casi imposible introducirlo en la caja, su cuerpo se creció producto de la hinchazón por los golpes recibidos; sus brazos se inflaron de tal manera, que el mismo recomendó que se lo cortaran e introdujeran en la caja, no le hicieron caso, pero fue necesario usar varios hombres para forzar colocarlo en el féretro.
Los mangos y otros frutos en sus propiedades se esparcían en el suelo provocando el deseo incontenible de los muchachos por tomarlo, pero aquello era como penetrar a la cámara de tortura; solo se conformaban con observarlo. En varias ocasiones una cerda de una hermana entraba a su propiedad, el ya le había comunicado su queja, pidiéndole que la amarrara porque estaba haciendo daño, y esta no lo tomo en serio, cuando un día la cerda llego con el hocico colgando, de un machetazo que le propino; cada vez que la cerda crujía, salía el borbollón de sangre.
Los años pesan, pasan y pisan, por cosas de la vida que pasan a los humanos, cayo en un estado crítico de salud, durando varios años en cama atendido por su incondicional esposa, una mujer de gran corazón, sencilla y humilde, de una envidiable parsimonia, respetuosa, mujer que tomaba las cosas consciente de que el tiempo se haría cargo de acomodarla en el camino.
Un quebrando indescifrable lo aquejaba, manteniéndolo postrado en cama, su carácter jamás se doblego, en una ocasión su hijas pensaron que había fallecido, y al expresar los gritos por la perdida, este abrió los ojos, y con una mirada penetrante dijo: -balsas de vagabundas.-, quedando ellas petrificadas y sorprendidas.
La gente iba con cierta precaución, para saber de su salud, así corría el tiempo; el hijo mayor de la primera relación le visitaba normalmente y al final de sus días. En una de esas visitas, después de conversar el le dijo que se acercara, le dio la mano y le susurro algo al oído; el hijo se marcho de forma normal a su vivienda ubicada en la misma calle y como a un kilómetro de distancia.
Al otro día bien temprano algunos hombres y mujeres contaban haber visto al padre y al hijo caminar por algunas calles del pueblo desnudos y agarrados de las manos, cuando de repente la noticia se esparció como pólvora, el hijo que se veía en buen estado de salud, había muerto. Los comentarios de personas que confirmaban haberlos visto en la madrugada sonaba increíble; y mas impactante fue la noticia cuando en cosa de par de días también murió el padre.
La muerte del hijo fue sentida por muchas personas, la concurrencia en el velorio fue inmensa, tanto de su mismo pueblo como otros vecinos, quienes lamentaban su deceso.
La muerte del padre a los pocos días, era inminente, fue bastante la agonía de su retardada muerte, su entierro fue normal y esperado, la del hijo fue sentida y había tocado el corazón de muchos en el pueblo, donde corría la creencia de que el padre lo había enviado delante para limpiar su camino.
El entierro del padre fue con el debido respeto, la temeridad a este hombre era sentida por la mayoría, sepultado de forma tradicional como se despiden a los difuntos, sus parientes regresaron a la casa para iniciar el proceso de respeto por su muerte, el tradicional rosario hasta llegar al ultimo rezo.
Una carretera que comunica al pueblo con un área productiva y que lleva a una zona donde mantienen el control de ganados de muchas familias, esta pasa frente al cementerio, algunos se dirigían a sus propiedades a realizar sus rutinarias labores agrícolas percibieron ese fuerte e insoportable hedor, se pusieron a investigar y descubrieron que la tumba del padre se había quebrado en diferentes partes. Era tan soberbio su espiritu que ni la tumba pudo retener el impetu de su caracter; corrieron a donde los familiares a dar la noticia, quienes fueron a comprobar la información, y al llegar al cementerio percibieron el fuerte hedor, fue necesario cubrir la tumba de cemento con abundante tierra para tapar las grietas y controlar el insoportable mal olor que despedía.
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