Las casas y las tierras son don de Dios, pero Él nos las da por medio de nuestros padres o progenitores, que las adquirieron con esfuerzo. La Providencia resplandece más notablemente al otorgar buenas esposas a los hombres, porque estas no pueden venir por herencia; y nadie puede saber de antemano qué esposa le va a tocar en suerte a un determinado hombre.
En la esposa, la prudencia no solo incluye su habilidad en el gobierno de los asuntos domésticos, sino también el buen sentido que la convierte en una compañera agradable y la mueve a comportarse de tal forma que haga feliz a su marido en la relación.
Si a estas cualidades se añade la piedad, la mujer resulta una bendición mucho más grande que cualquiera de las posesiones que los padres puedan legarnos. Debemos dar gracias a Dios por todos los placeres temporales, pero principalmente por aquellos que en su providencia favorable se dejan ver con más claridad.
Puede que las casas y las tierras hagan la vida más cómoda en cierta medida, pero la mujer virtuosa es una bendición poco habitual, porque “[…] su valor supera en mucho al de las joyas” (Pr. 31:10). El que halla esposa tiene motivos para dar gracias a Dios (cf. Pr. 18:22). Pero aquel que halla una buena esposa tiene multitud de motivos para estar agradecido.
Fue Dios quien puso la prudencia en esa mujer, quien hizo que él la conociera, quien le dispuso a escogerla por esposa y quien impulsó a la mujer a decidirse a acceder a los deseos del hombre. Cuando recibimos un regalo valioso de parte de un amigo, la gratitud nos fuerza a utilizarlo conforme a la voluntad del que nos lo dio.
Si la esposa es un valioso regalo que viene de Dios, el marido está obligado a tratarla con todo ese respeto y toda esa bondad que el Señor exige. Cualquiera que sea la reputación que merezca la esposa, Dios ordena a su marido que la ame, pero cuando la esposa es prudente, el marido no tiene excusa para no demostrarle el cariño más tierno.
Si deseas encontrar esposa, debes reconocer a Dios con las súplicas más sinceras; porque solo Él conoce los corazones de los hombres y de las mujeres, y ejerce una influencia soberana sobre sus sentimientos. Pero no oses afrentar a Dios pretendiendo hallar una esposa que venga de Él sin buscar en ella prudencia, antes que casas o tierras; porque Dios declara que la esposa prudente es un don mucho más valioso que esas cosas que son de tanta estima para la mayoría de los hombres.
Cuando los hijos desean casarse, no pueden esperar la aprobación de sus padres si hacen una elección totalmente opuesta a la opinión de ellos; ¿y cómo podemos esperar nosotros que nuestro Padre celestial derrame su bendición en propósitos contrarios a su voluntad declarada?
Extrato de “Comentario a Proverbios” por George Lawson.
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