Por:Miguel Ángel Núñez
Bombita, Barahona, Un modesto proyecto de crianza de tilapias en canasta, en un reservorio del ingenio Barahona, marcó el renacer en la vida de 39 mujeres, de misérrimo nivel socio-económico, de la comunidad La Bombita, en esta provincia sureña. También una reiteración de lo que puede hacer una alianza de pobres para sacar adelante empresas que les garanticen a las familias proteína barata y algunos recursos para cubrir los gastos de educación de sus hijos.
La iniciativa surgió gracias al aporte en asesoría técnica y recursos del Instituto Dominicano de Investigaciones Agropecuarias y Forestales, con el auspicio de la Agencia Española de Cooperación Internacional, a través del programa PROTESUR y otras entidades internacionales sin fines de lucros.
El proyecto de La Bombita comenzó con unos alevines de tilapias presos en unas redes hechas de sogas de nylon, en un entramado de madera y angulares de acero, sobre unos flotadores construidos de tanques sellados de plástico, en el centro del lago de 10 hectáreas, creado por el ingenio para asegurar el agua que demanda la molienda de la caña.
Confeccionado de manera muy artesanal, todo a cargo de las mujeres, el invento centenario de los asiáticos, para los fines de las asociadas opera con una eficiencia digna de ser reproducida.
Al principio el problema de las 29 socias del proyecto era colocarse encima de una balsa que las transportara hasta el centro del estanque para alimentar varias veces al día a sus peces enjaulados. El movimiento ondulante de la masa de agua demanda de un ejercicio de equilibrismo y de concentración mental únicos, ya que cualquier parpadeo significa caer dos metros hasta el fondo del pozo.
Luego, eran los delincuentes que en más de una ocasión se robaron las tilapias antes de que estuvieran en punto de cosecha. Este proceso les robó hasta tres meses de sueño a mujeres como la septuagenaria Migdali Yan Nova, hasta que por fin fue nombrado un guardián que entonces celaba el estanque, escopeta en ristre.
El tiempo robado a los quehaceres del hogar y a la atención de los esposos redundó en que hoy el proyecto consta de 12 jaulas capaces de producir en un período de tres meses hasta 10 quintales de tilapias por canasta, que en el mercado se venden como pan caliente.
Aporte al sustento
Lo más importante no es el producto de la división matemática por la venta de los peces entre cada beneficiaria, sino cómo estas mujeres descubren formas de ocupar su tiempo, mientras emergen otras iniciativas que le dan sentido a su vida.
“Antes era mi esposo, solo, trabajando en las fincas con un machete y una azada para mantener a los tres muchachos, mientras yo agotaba mis días cargando latas de agua y buscando cosas para ayudar al sostenimiento de los hijos”, afirmó Célida Marcelo, quien coordina el proyecto.
Con la crianza de las tilapias, como pobres, estas madres pueden garantizar al mediodía un plato de arroz, habichuelas, carnes o pescados cuando deciden compartir el sobrante de la cosecha.
“No es que ganemos para hacernos ricas, pero dividimos los beneficios en partes iguales y dejamos una reserva para comprar el sedal para coser los daños que sufren las jaulas, adquirir el alimento que demandan los peces que están en los estanques de cultivo”, sostiene.
El objetivo es encontrar mayor ayuda de organizaciones para ampliar la crianza, multiplicar la experiencia y aumentar los beneficios per cápita de las asociadas.
Dentro de las 29 socias hay varias solteras y un niño sordomudo que opera la balsa. Las hay también estudiantes, como Mayreni Amancia Matos, quien espera recibirse de abogada en la Universidad Autónoma de Santo Domingo, recinto de Barahona.
“Mi esperanza es continuar involucrada en el mundo de la crianza de peces, aunque me gradúe de abogada. Aquí los alimentos, los veo crecer y alcanzar los niveles de venta. Es una actividad que me fascina, no tengo que estar en la casa y comparto con personas de mi misma condición”, relata.
Para el ingeniero Carlos Escalante, especialista del programa de acuicultura del IDIAF y asesor del proyecto, la experiencia de trabajar en la crianza de tilapias en canasta le ha ayudado a crecer como técnico y como ser humano.
Comparte los sueños y todos los avatares de las 29 mujeres, contribuye con asegurarle el sustento de sus familias y las ve gradualmente recobrar su entusiasmo y sentirse útiles. Inició el proyecto como una iniciativa piloto que pretende replicar en otras zonas muy empobrecidas, sobre todo la Región Sur, donde el IDIAF mantiene una estación experimental en peces y donde las condiciones de vida de sus habitantes suelen ser muy precarias.
Diversificación
Aunque la producción en jaulas es prometedora porque el crecimiento y engorde de los animales es más acelerado, el resto de las 160 tareas (10 hectáreas) del lago, puede ocuparse en la crianza de especies más grandes como el pacú y el colosoma, traídos de sudamérica y que han probado gran adaptación al clima dominicano.
El IDIAF con el financiamiento del PROTESUR de la AECID y de otras instituciones, siente que está cumpliendo con su misión de garantizar alimentos y una vida más digna a estas personas, al tiempo que las prepara para emprender otros proyectos más ambiciosos en el futuro.
También que las mujeres pueden abrirse camino y aportar a la manutención del hogar, como lo hace el marido.
Pero más que todo, aprenden la lección de que las prácticas solidarias se multiplican y desencadenan sinergias de crecimiento colectivo que es un principio activo para liberarse de la marginación.
Fuente: listin.com.do
.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
DEJEN SUS COMENTARIOS AQUI