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sábado, 31 de marzo de 2012

EN DEFENSA DEL PADRE MANUEL HIDALGO Y EL TRABAJO SOCIAL DE LA DIOCESIS DE BARAHONA. II

Es bien importante que ellos sepan que, de igual manera, el pueblo de Barahona quisiera saber qué ellos han hecho por Barahona, en cualquier aspecto de su vida pública o profesional, de la que no se tiene la más mínima evidencia ni asidero.

Y en lo que respecta a la situación de los nacionales haitianos en los bateyes, sin temor a equivocarme quiero decir que, si hay una un sacerdote, dentro de los tantos, que siempre ha propugnado por la repatriación de los migrantes ilegales o, en su defecto, su legalización, aunque haciendo imperativo el respeto de su dignidad como seres humanos y demás derechos fundamentales, ha sido el P. Manuel Hidalgo, a pesar de que éste ha ejercido durante los últimos años su trabajo pastoral en la Zona Cañera o en sus alrededores, entre estos lugares podrían mencionarse: Vicente Noble, Fundación, Batey Altagracia, Batey Algodón, Jaquimeyes, La Bombita, Palo Alto, Villa Central, entre otros.


Si hay un sacerdote que ha estado al lado de los pobres, es el P. Manuel Hidalgo. Poner entre comillas el apelativo de Padre es ofensivo, bochornoso e imperdonable, y peor aún cuando tal desliz proviene de una persona de la que se entiende tiene manejo de los medios escritos y comunicacionales.


Lo que el P. Manuel Hidalgo ha denunciado no es algo nuevo. Por el contrario, es un asunto que en esa misma área fue activamente denunciado durante más de 30 años de ejercicio pastoral en los bateyes por el P. Pierre-Louis Ruquoy y todos los sacerdotes que a menos de diez décadas lo han sucedido.


Y con igual proporcionalidad lo hizo el P. Christopher Hartley Sartorius en el Este del país; y que conste, que lo han venido haciendo con igual grado mucha gente e instituciones que no son necesariamente ministros ordenados. Y ha sido el mismo enfoque de denuncia desde el discurso de Fray Antonio de Montesinos y su Ego Vox Clamantis in Deserto, y el Padre Bartolomé de las Casas hasta nuestro día. 



Y este eco no únicamente se ha enfilado porque sea una situación exclusiva del Consorcio Azucarero Central, del que entiendo y coincido ---como aclara uno de sus defensores--- está haciendo ingentes esfuerzos en mejorar la situación de la Zona Cañera, los braceros, incluidos otros pobladores.

Pero debemos reconocer que estos esfuerzos del CAC resultan enanos y de desigual proporción en comparación con los beneficios e intereses producto de su inserción e involucramiento en la producción azucarera del Suroeste, tal y como lo describiera el P. Manuel Hidalgo. Es cierto que la quema de la caña, sea por manos criminales o por beneficios particulares es dañina para la salud de la gente y su entorno.


La 'cachipa' ha sido algo molestoso, y se vivió la misma situación durante muchas décadas en Villa Central, al punto del Rev. P. Amadeo Puebla Rodríguez, IEME, de la Parroquia Nuestra Señora del Perpetuo Socorro de allí, y varias organizaciones de la sociedad civil, llámense Juntas de Vecinos, etc., protagonizaron manifestaciones de protestas pacíficas frente a las oficinas administrativas del CAC en ese Distrito Municipal, y gracias a estas intervenciones sociales, pacíficas y cívicas de la gente ---y otras---, el CAC se vio compelido a hacer una cuantiosa inversión (hay que reconocerlo; al menos yo sé que es así) para corregir total o parcial la situación. 



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